Vegetación exuberante, aire puro y animales rústicos destellan vida para los habitantes de una región en la que parece que siempre resplandece el sol.
Shell Mera, una tierra amazónica ecuatoriana, cuya provincia madre es Pastaza, es un lugar que inspira un vivir distinto. Como si se tratara del pulmón de la humanidad, al llegar se respira un aire que escapa de todo aquello que amenaza su esencia.
Su suelo, la flora, fauna, geomorfología y el clima, cálido- húmedo, inmediatamente se enraízan, en las mentes de sus huéspedes, cuya curiosidad es difícil de controlar.
Ir tras la pista de su ecosistema es inevitable. Quienes visitan la selva, entre caídas, curaciones y sacrificios, pueden descubrir un laboratorio biológico, cultural y social que a más de entregar una experiencia exótica, desprende de sus entrañas inolvidables historias de identidad, lengua y costumbres.
Mientras más se conoce de ella, más personajes se convierten en fieles admiradores de un mismo camino “la selva”, pues todos son guiados a un mismo destino por una imaginación que lucha por adaptarse a cambios permanentes o temporales de supervivencia.
“Siempre amaré la selva” es la emoción restante que aparece en ciertos habitantes, quienes después de dos, tres, cuatro días o meses han reflejado su amor por la selva y han permanecido fieles a esta tradición nativa.
Este es el caso de Juan Ramón Gonzales, un periodista riobambeño, dedicado a la producción y dirección de televisión. Su vida profesional estuvo siempre enfocada a un rigor y un entusiasmo expresado en cada una de sus producciones como constante seguidor de imágenes, fotografías y documentales en los que puede plasmar sus creaciones. Una extensa repisa ubicada en su estudio guarda sus mejores tesoros. Cerca de tres mil videos recopilados a lo largo del tiempo constatan la dedicación, constancia y pasión con la que realiza su trabajo “es una especie de compulsión por producir”.
Son videos coleccionados que guardan secretos y recuerdos que van mucho más allá de esa condición fría y monótona de tener que realizar una producción más, al contrario, Juan Ramón trata de demostrar que cada uno de sus trabajos parten de ese compromiso y esa entrega por expresar la madurez y el conocimiento adquirido, pues considera que su crecimiento profesional se ve manifestado por su experimentación, por su amplia capacidad de observar y deslumbrarse como si fuera la primera vez que admira algo. Justamente, eso es lo que refleja en sus creaciones, las mismas que no tendrían valor si solamente quedarían arrumadas en ese armario. Pero no, para Juan Ramón, hay algo más, en ese espacio guarda esas existencias anteriores provenientes de un banco de conocimientos ubicados en un plano profundo de su mente y de su corazón.
Fue entonces cuando Juan Ramón, motivado por ese mar de momentos y escenarios, empezó a relatar sus historias. Su experiencia en la selva, fue una de las primeras aventuras que al parecer encontró para demostrar todas las aseveraciones mencionadas anteriormente.
Desde que inició la narración de los hechos aseguró que tuvo que asumir la noticia de que tenía que ir a la selva con tanta lucidez que en vez de dejar caer sus miedos en el limbo de la incertidumbre, la espera y la angustia, se empeñó en mantener intacta su vitalidad, e incluso darle impulso firme a esta práctica como un verdadero “periodista de guerra”.
En realidad, “aprender” fue la primera resolución de Juan Ramón “yo valoro mucho la experiencia”, dice, y por eso “todos los días aprendía de quienes sabían más porque eran quienes sobrevivirían más”. Para aprender se metió con mente y corazón en la selva. Lo hizo con humildad de quien reconoce que, ni por información ni por técnicas mencionadas podría asumir de un día al otro una vida tan dura y sacrificada como la que viven los IWIAS, militares nativos de la zona.
Sin embargo aprendió pronto a adaptarse y desde su llegada ya se sentían toques propios de un carácter sereno, maduro y líder. Ya al segundo día estuvo al mando de un equipo, presidia un grupo de cinco personas a las que tuvo que conducir de manera disciplinada y firme. Desde ese entonces no le quedaba más que despedir un ánimo contagioso “era un equipo que debía trabajar como si la vida fuera una permanente guerra” fue lo que afirmó Juan Ramón, con una actitud guerrerista “no puedo derrotarme, soy de los que si caen se levantan”
Hablando de la experiencia que le dejaron cinco días de preparación y supervivencia en la selva, cuyos pasos ha seguido, aunque con ritmo propio y ante una vida diferente, empieza este dialogo.
¿Cómo inicia la historia de Juan Ramón en la selva?
Yo llegue a la selva porque se nos realizó una invitación para participar en un curso de periodismo de guerra. En ese entonces yo estaba realizando trabajos para Ecuavisa y me involucré con el grupo. Treinta periodistas de todo el país partimos desde la ciudad de Quito hacia la Shell, en donde fuimos recibidos. Nos llevaron vía aérea porque se trataba de un recorrido muy largo y pues desde ahí inicia la historia que Juan Ramón siempre va a contar.
¿Juan Ramón siempre cuenta esta historia?
Sí, ya ha transcurrido tanto tiempo pero sigue siendo una experiencia única en mi vida. Se trataba de un curso distinto a los que se dirigen actualmente. Principalmente, por la inmensa expectativa que teníamos por la situación a la que nos estábamos enfrentando pues, justamente eran tiempos en que el Ecuador se encontraba en problemas de guerra con el país vecino, el Perú, entonces había la necesidad, de que el Ecuador se prepare para ganar la guerra informática. Mi empeño en contarla parte de esa diferencia por tratarse de una práctica que se codeaba con la realidad.
¿Cree que se cumplió el propósito de ganar la guerra informática?
Sí, creo que fue uno de los éxitos que se tuvo en la Guerra del Cenepa, pues el Perú vendía su versión, sus mentiras y el Ecuador era el país “malo”, no se podría decir otra cosa y estábamos quedando mal. Nosotros como periodistas no podíamos dejar que pase eso, entonces de una manera muy inteligente empezamos a prepararnos para informar lo que realmente estaba sucediendo.
¿Estaban consientes del propósito del curso?
Sí, sabíamos que el objetivo era el de formar periodistas de guerra que puedan estar en el campo. Querían ver en nosotros esa capacidad de obtener la información a pesar de estar expuestos a cualquier tipo de vivencias, que no se podían convertir en un impedimento, al contrario había que soportarlas y continuar en busca de la noticia.
¿Qué tiempo permanecieron en la selva?
Tuvimos que permanecer durante cinco días plenamente en la selva, donde tú tienes que aprenderá convivir con el clima, la alimentación tan extraña a lo que estas acostumbrado, en toda la incomodidad que uno de pronto tiene que tolerar aunque lo que te resigna es saber que son sólo algunos días los que tienes que estar ahí.
Y, ese transcurrir del tiempo como fue…
Esos días se te hacen realmente eternos, parece que el día es de veinticuatro horas y las noches son de cuarenta y ocho horas porque parece que se prolongan cada vez más las actividades, pruebas y rutinas. Por eso se crea una desesperación que poco a poco va aflorando también tristezas y porque no, se podría decir que a la vez fueron dichas porque aprendí a conocer a la gente que realmente es solidaria, personas que realmente se duelen de lo que le pasa al compañero e incluso me encontrarte a mí mismo, descubrí mi carácter, capacidades y limitaciones que aún me he dispuesto a conservar o a superar.
En la preparación, ¿cual fue tu mayor enemigo?
El agua se convirtió en mi enemigo. Yo sufrí con todo lo que era preparación fluvial, fueron horas en las que tuve que reconocer que soy una persona muy ajena a la natación, a los ríos, y a pesar de eso tuve que vivir de todo olvidándome de todo. Desde que llegas esa es la condición, si quieres sobrevivir tienes que pasar esta prueba. Creo que ese es el principal concepto que te dan “sobrepasar todo”
¿Y, cuando se terminó que pasó?
Bueno a mí, a pesar de que me gustó el curso cuando se terminó sentí un alivio, ya extrañaba mi familia, mi casa. Pero si me quede con el pensamiento de lo que es para el soldado ecuatoriano vivir en la selva. Para ellos es el día a día y para nosotros fue realmente un sacrificio.
En ese sentido puedo decir también que fue una experiencia muy enriquecedora, porque te pones tú en el zapato ajeno, despiertas esa parte humana que a veces está dormida al ver la vida y el trabajo que lleva esa gente.
A la final terminó el curso pero quedaron experiencias marcadas…
Claro que sí, y si me preguntas si lo vuelvo a hacer, te respondería que, como curso no, porque si me siento preparado. Pero al hacer algo ya práctico sí. De hecho ya me ha tocado realizar trabajos en la selva. Hace dos años, solicitaron un video para el batallón Patria de Latacunga donde había de igual forma que recorrer esas tierras pero vivimos la experiencia como espectadores solamente. Y claro tú que ya pasaste esa experiencia dices “pobrecitos” porque ya sabes de lo que se trata, más aún ellos que les estaban dando la verdadera formación, eran los próximos comandos graduados.
Eso les permitió comparar con su experiencia..
Sí, era sumamente diferente. Una de las cosas que me sorprendió fue que a nosotros nos dieron de comer mono y animales del sitio, pero a ellos les llevaron un perro para que les acompañen todo el tiempo, para que le mimen, se encariñen, pero al final del curso sacrificaron al animal y tuvieron que comerlo, entonces eso fue mucho mas allá de lo que uno vivió en cinco días.
Yo como humano y como periodista valore el trabajo de las personas, las circunstancias de quien estaba inmerso en esa situación, otras personas tenían otra óptica y decían que era una vida mal llevada, masoquista, desconsolada, cada quien tenía una percepción diferente, incluso hubieron casos en los que reconocieron que debían más que ser periodistas ser militares, se sentían identificados y les gustaba lo que vivían.
Y en ese momento que fortalezas tuvieron
La principal fortaleza estaba en sentir lo que uno vivió en el anterior curso, porque uno simplemente lo puede ver de afuera, puede existir una percepción muy por encima como algo cosmético que me gustó en ese momento, pero no, esa era justamente una segunda oportunidad para confirmar lo aprendido. Yo volví a afirmar “este tipo de cursos enseña en definitiva a formar el carácter, a conocer lo que es realmente la selva y a estimar lo que hacen las personas por su vida”.
En que se ha convertido la selva para Juan Ramón
Al fin y al cabo, yo ya he tenido tres experiencias en la selva y me sigo manteniendo en que desde que se llega a esas tierras hay que vivirlas, hay que sentirlas. Cada vez me encuentro con nuevas sorpresas, y lo que es mejor es que he comprobado reiteradamente que una cosa es ser periodista de deportes, de farándula, reportajes, fotografías y otra cosa es vivir ese tipo de circunstancias, ahí te das cuenta de tu vocación también porque un periodista debe estar hecho y preparado para todo. De lo contrario te conviertes en un periodista únicamente de pantalla y no de campo y eso para mí no es periodismo.
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